Que es necesario crear empresas,
es una certeza que ha calado hondo en la sociedad, en los agentes sociales y en
nuestros políticos, y me congratulo por ello, no ha sido fácil. Que una cosa es
saber lo que se quiere y hacer lo posible por alcanzarlo, es una verdad irrefutable
hasta los ratones atribuidos al gran Esopo, sabían lo que había que hacer para evitar las razzias del
gato: un cascabel que anunciase la llegada del minino, y ahora quién pondrá el
cascabel al gato?
Se acepta indudablemente la
necesidad de apoyar el emprendimiento, de facilitar los trámites y de ampliar
la cultura empresarial, pero después de cinco años
sumidos en una crisis a lo que parece irresoluble, en poco o nada hemos mejorado. Seguimos en la cola de las listas internacionales de creación de empresas, allí abajo, compañeros de repúblicas bananeras, todos juntos en tranquila relación de vino y rosas ajenos a la realidad. Ellos quizá tengan incluso sus razones y podrían hasta justificar su atraso, nosotros no.
sumidos en una crisis a lo que parece irresoluble, en poco o nada hemos mejorado. Seguimos en la cola de las listas internacionales de creación de empresas, allí abajo, compañeros de repúblicas bananeras, todos juntos en tranquila relación de vino y rosas ajenos a la realidad. Ellos quizá tengan incluso sus razones y podrían hasta justificar su atraso, nosotros no.
Hay que insistir en crear
empresas; debe ser nuestra piedra angular sobre la que edificar el resto del
edificio, por lo tanto hemos de cambiar (al menos los que no lo tienen tan
claro) el orden de los sumandos: lo primero ni puede ni debe ser la validación
del proceso burocrático para la creación, lo fundamental, el bosón de Higgs
debe ser la constitución y la puesta en funcionamiento de la empresa.
Crear una empresa no debe
presuponer la existencia de ilegalidades -muchas veces asociado al concepto de
empresario el de ladrón o defraudador o explotador-, al contrario, debe ser
considerado como un acto social: riqueza nacional, al igual que estudiar una
carrera o construir un puente. El país gana cuando alguien crea una empresa, se
hace más rico, tiene más recursos, y siendo esto así qué razón se puede alegar
para retrasar su constitución por parte de las administraciones. Ninguna. El
hecho jurídico se basa en la buena fe, porque no podemos presuponer buena fe en
el promotor de la empresa, y considerar que cumplirá con las condiciones
requeridas y las obligaciones que hubiera de observar? Y si así fuera, es decir
suponer la existencia de esa fe, buena, positiva, noble, fiel, no sería más
eficaz para fomentar el desarrollo del tejido empresarial, la validación expost
que la tardanza exante actual? En la sociedad actual de cambios continuos, una
tardanza de varios meses (y en algunos casos años) puede suponer la pérdida de
avances tecnológicos o ventajas competitivas fundamentales: hoy vale pero
mañana es un producto obsoleto. Con lo que se pierden muchas posibilidades de
éxito. El sistema o procedimiento administrativo eminentemente garantísta parte
de un supuesto de mala fe en la creación de la empresa, que puede darse en
algunos casos pero que no por ello ha de perjudicar al resto de los
emprendedores.
Crear una empresa ha de
considerarse como una urgencia nacional, todo ha de centrarse en ello y todas
las normas existentes en el mercado o mercados actuales deben someterse a ese
principio: la empresa. No digo yo, ni se me pasa por las mientes, que la
empresa esté ajena al ordenamiento jurídico, ni mucho menos pero desde luego es
a mi parecer injustificable mantener un sistema legal donde más de 26.000
normas que la afectan.
Y finalmente el sistema
administrativo debe centrarse en establecer unas pautas fundamentales, innegociables,
sencillas, de sentido común para crear una empresa y luego comprobar con mano
de hierro que se cumple, porque de no hacerlo “más le valdría que le pongan al
cuello una piedra de molino, de las que mueve un asno, y sea arrojado al mar”(Marcos
9,39). Y para acabar otro aforismo –me gusta acudir a las citas cuando no puedo
aportar mucho más-: No basta con escuchar el mensaje hay que ponerlo en práctica
(Santiago1,22).
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