Ayer se publicaban los datos referentes al comercio
internacional del primer semestre y desde luego no son para echar las campanas
al vuelo. Las exportaciones han frenado su crecimiento apenas un 0,5% en lo que va de año llegando a 119,2 mil millones
de euros, mientras que las importaciones han alcanzado la cifra de 131,1 mil
millones, lo que supone un crecimiento del 5,3% y deja un déficit comercial de
11,9 mil millones, casi el doble del año
pasado (5,8 mil millones). Lo que viene a decir que a poco que crezca nuestra
economía vuelve a los hábitos del pasado, es decir pedir prestado al resto del
mundo.
Poco ha cambiado la cosa, más preocupante es pensar que existen más de
5,5 millones de personas que no trabajan y sin embargo se demandan productos y
servicios de fuera de nuestras fronteras, lo que implica que o bien no sabemos
hacer las cosas como se debiera o no se pueden hacer; aunque como el incremento
de la importaciones han sido en productos no energéticos me hace pensar más justificativa la
primera razón: nuestro tejido productivo no es el óptimo.
Parece que desde allá por el año 2008 en que todo el mundo tenía
claro que había que cambiar el modelo productivo, este se hubiera cambiado por
el simple hecho de desearlo todos, juntos y con los puños apretados. Pero la
realidad es cruda y al final pasa lo que tiene que pasar, y es que no hemos
cambiado tanto, ni en calidad, ni en cantidad. Los grandes vicios del pasado
continúan latentes prestos a aparecer en cuanto se den las condiciones mínimas,
y eso está ocurriendo: a poco que despegue la demanda interna (consumo) aparece
el déficit.
El motor de nuestro actual y pobre crecimiento, las exportaciones
está dando sus últimas bocanadas, la economía europea, responsable del 70% de
las exportaciones apenas crece, con lo que la tendencia en lo que resta del año
será mucho peor. Y me lleva a reflexionar de nuevo sobre lo que hemos hecho, y
aparece traída de las profundidades de mis recuerdos, la imagen de la avestruz
con la cabeza enterrada y considero que es una imagen muy ajustada a lo que
pudo haber pasado.
Siempre acudo (anualmente) al informe Doing Business, España
ocupa cada año un puesto nuevo y más atrasado, en este caso el 52 de 186 y no
puedo por menos pensar qué hacen otros países mucho mejor colocados para hacer
negocios más fácilmente y que aquí no seamos capaces. Y escojo un país, subo el dedo en la lista y me encuentro a Finlandia, situado en el
lugar 12, paradigma de sistema educativo y sanitario; pues bien, entre cotizaciones a la
seguridad social y renta el administrado deja el 24,5%, las empresas en
sociedades el 14,1% y otro 1,2 son varios, en total el tipo impositivo final es del 39,8%. Y comparo con España, al margen de reformas fiscales y otras zarandajas, se paga el 58,6%:
impuestos laborales y contribuciones, 36,8%, beneficios un 21,2 y otros un
0,6%. Para entendernos ellos pagan menos, mucho menos y tienen mejores
servicios, al menos así lo indican todos los estudios comparados. ¿Cómo es
posible?
Pero es que además ya no es el hecho de pagar, que sí lo es -sobre todo cuando la renta disponible es tan escasa que no llega a cubrir las
necesidades básicas de una familia-, es también el hecho de responder a un
complejo entramado burocrático que se mantiene a pesar de los cambios
políticos, las intenciones y el
convencimiento generalizado de limitarlo y que supone una parte muy elevada de
esos impuestos y otra parte más desconocida pero que está ahí, como es el coste
en horas de las labores impositivas y administrativas que supone para las
empresas: 167 horas. En Finlandia 93. Y si un trabajador pasa un mes sin hacer tuercas o cualquier otra cosa, las que haga en el resto del año serán al menos 1/12 más caras, con lo que se pierde competitividad: solución bajar su salario un 1/12 y solucionado. Problema se baja la renta disponible 1/12 y el consumo 1/12 (al margen de multiplicadores), colorario: todos un 1/12 más pobres. Alguien puede decir que el resultado no es ese y que me dejo llevar del dramatismo y del efectismo noticiero, ya lo sé pero lo que sí es inmutable es que al final todos más pobres.
Y encima el IVA de uno es el 21 y el del otro el 8. Adivinan
cuál es de cada uno, ¿no? Por cierto el paro en Finlandia es del 8% (está en su
máximo histórico). Realmente me pregunto si hemos cambiado algo el modelo de
vida, ya no económico de nuestro país, porque si es como creo con los mismos
mimbres se obtienen los mismos frutos, cuando no peores si viene una helada.
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