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miércoles, 25 de abril de 2012

Ordago a la grande

¿Qué pasaría si no alcanzamos el nivel de déficit del 5,8% que no hemos autoimpuesto? Para unos, todo: el apocalipsis, el fin del mundo, el séptimo sello. El acabose del Euro y del sueño de una Europa Unida si es que alguien lo hubiera tenido, claro; para otros nada o muy poco. Y más vale que estos últimos (entre los que me incluyo) tengan razón, porque apenas cerrado el primer trimestre, con los datos en la mano se confirman las peores previsiones y por cierto lo que indicaba el sentido común, que una cosa es lo que se quiere y otra lo que se puede: así el déficit del Estado alcanza el 1,85%, lo que supone en una rápida, burda y sencilla previsión un 7% al final del año más o menos y eso a la espera de lo que resulte de las díscolas autonomías: que ahorrar me parece que no van a ahorrar. Por cierto la gran mayoría son del PP, así que veremos la justificación a los desfases que se produzcan.
Por lo tanto, la contabilidad de la que no suelo fiarme mucho, revela que la economía no levanta cabeza, los ingresos fiscales, a pesar de las subidas de principios de año caído y los gastos han aumentado hasta un 14%, dejando el déficit de caja en casi 20.000 millones de euros. Y es que no todos los enfermos reaccionan de igual manera ante una medicina, y el nuestro es un país enfermo, crónico “and different”. ¿Hemos de recordar que la propia Alemania se amparaba en la depresión económica que padecía a principios de siglo para mantener un déficit por encima del 3% que establecía el infausto Plan de Estabilidad? Y si el motor de Europa, no podía recortar unas décimas para alcanzar el niveles exigido,  vamos a poder hacerlo nosotros ahora en varios puntos porcentuales cuando estamos exánimes?
Pero , ¿y si fuéramos conscientes que no podemos, ni queremos llegar a ese nivel de déficit y nos preocupáramos – libres de la amenaza de esa espada de Damocles- en lo que es verdaderamente importante?
Hace mucho tiempo leí unos apuntes de Eliayahu Golddratt fallecido el año pasado, origen de lo que luego sería un libro, que recomiendo, La Carrera, donde se analizaban las decisiones de los directores empresariales ante un cambio en el mercado negativo para sus intereses. La primera decisión era despedir personal, la segunda recortar gastos, primero los más elevados, fueran o no fundamentales para el corazón del negocio, luego los más pequeños y sorprendentemente entre las últimas se encontraba “esforzarse en vender más”. Increíble.
Es verdad que la reducción del déficit puede hacerse a base de recortar a machetazos los gastos, también subiendo coercitivamente los  impuestos, incluso mediante una combinación de ambas, pero eso lo sabe cualquiera, no hace falta que venga de Harvard, Princetown o en clave nacional el Instituto de Empresa. Hay otras alternativas más imaginativas que cambian el enfoque del problema: una posibilidad puede ser, vamos se me ocurre,  buscar mayores ingresos luchando contra el desempleo.
Cada trabajador supone por un lado dejar de cobrar el subsidio, cotiza inmediatamente a la Seguridad Social y contribuye directamente a través del IRPF, sin apuntar que aumenta su propensión a consumir e incentiva la demanda. Ese debe ser el caballo de batalla de todas las decisiones que se tomen de aquí en adelante. Para ello se requeriría de un pacto por el empleo que fomente la contratación y la creación de empresas. ¿Alguien ha oído algo de esto en las medidas del gobierno?
Lógicamente yo no puedo defender que no se recorte, que no se ahorre, además mi naturaleza tiende a ello, quizá en exceso, algunas veces me considero un poco tacaño, pero quizá mantener un esfuerzo empecinado en un objetivo distinto a evitar la destrucción de empleo y de tejido empresarial como el que estamos sufriendo, es cuanto menos irresponsable.
Entiendo las quejas de Europa, pero mira chico es lo que hay, y lo tomas o lo dejas, y si no que nos expulsen: si la Unión no puede digerir una ingesta tan ligera como Grecia, qué la espera cuando se atragante con España. Si hay que echar un órdago se echa y este puede ser un buen momento, además no es mala la mano, lo aseguran los casi seis millones de parados. Y además desde que Zapatero y sus adláteres hicieron uso y hábito de la contabilidad creativa a la hora de presentar los informes a Bruselas, no hay nada imposible.

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