Nunca tantos debieron tanto a tan
pocos, dijo Churchill, en referencia al esfuerzo realizado por los pilotos
aéreos en la Batalla de Inglaterra contra los Messerschmitt alemanes. Sería el
día 16 de agosto de 1940, los nazis abandonaban la operación León Marino como
resultado de las cuantiosas bajas aéreas y la imposibilidad de romper la férrea
defensa inglesa. Tendrán que buscar otro
modo de acabar con la pérfida Albión. Un minúsculo colectivo de menos de 5.000
personas evitó la invasión de la todopoderosa Werhmacht, de ahí ese
agradecimiento.
De los pelos me viene hoy al
análisis de la situación que vive España: nunca tantos necesitaron tanto a tan
pocos. ¿Por qué? Muy sencillo y me justifico: allá en el siglo XVII se publica
la obra de Montesquieu El Espíritu De las Leyes donde se manifiesta la
separación de poderes de una manera clara y determinante, base de un sistema
democrático y salvaguarda de la libertad individual y colectiva: controles y
contrapesos de manera que la ecuación
individuo/gobierno siempre estuviera en equilibrio. Y de una manera u
otra este sistema de contrapesos existe en todas las sociedades, el correcto
funcionamiento implica en la mayoría de los casos el nivel de desarrollo (hay
numerosísimos estudios que atestiguan la relación), de lo que se colige que
independientemente del sistema económico y las reformas que se puedan
implementar, la economía requiere de una sociedad balanceada.
Así pues me atrevo a decir que
antes de aplicar medidas extraordinarias, aumentar el gasto público, o
recortarlo, bajar los impuestos, reformar el mercado laboral, atrasar o
adelantar la edad de jubilación, eliminar funcionarios o aumentar las
plantillas públicas, se hace necesario disponer de un sistema que garantice el
equilibrio social de manera que impidan situaciones de injusticia o abusivas de
unos frente a otros, y desde luego que la corrupción se convierta en habitual y
si me apuras hasta comportamiento consentido y necesario para el funcionamiento
de las cosas.
No valieron para nada en el
ejemplo con que inicio esta entrada, los miles de panthers, ni el ingente
número de divisiones prestas a intervenir, ni la idealizada organización
alemana, ni la moral del ejercito después del paseo por Francia de principios
de verano. Por muchas mejoras que se hubieran aplicado en el motor guerrero
alemán, siempre iban a chocar contra ese colectivo de pilotos ingleses que les
iban a parar cualquier operación.
No se podría ética y moralmente
exigir mucho a los cuidadanos cuando el ejemplo de la clase dirigente es con el
que nos están obsequiando. El desarrollo y la corrupción son antagónicos, la
coexistencia de ambos es imposible. Es el momento de exigir -no a la casta
política un cambio, que no lo van a hacer-, sino a nuestros jueces, que para
eso gozan de independencia, una implicación absoluta que sirva de contrapeso
fundamental para el bienestar social. Como adalid no del necesitado, sino del
administrado, como garante de un sistema democrático idéntico para todos sin
privilegios ni zarandajas. Donde se prime el trabajo y la bona fides, y se
castigue el delito en todas sus formas, de manera justa, rápida y valiente.
Concluyo, para buscar un
crecimiento económico, al margen de reformas basta con que nuestros jueces y
magistrados desempeñen eficazmente su cometido, con valentía porque trabas les
van a poner todas las del mundo.
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