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jueves, 4 de septiembre de 2014

Nunca tantos debieron tanto a tan pocos

Nunca tantos debieron tanto a tan pocos, dijo Churchill, en referencia al esfuerzo realizado por los pilotos aéreos en la Batalla de Inglaterra contra los Messerschmitt alemanes. Sería el día 16 de agosto de 1940, los nazis abandonaban la operación León Marino como resultado de las cuantiosas bajas aéreas y la imposibilidad de romper la férrea defensa inglesa. Tendrán que  buscar otro modo de acabar con la pérfida Albión. Un minúsculo colectivo de menos de 5.000 personas evitó la invasión de la todopoderosa Werhmacht, de ahí ese agradecimiento.

De los pelos me viene hoy al análisis de la situación que vive España: nunca tantos necesitaron tanto a tan pocos. ¿Por qué? Muy sencillo y me justifico: allá en el siglo XVII se publica la obra de Montesquieu El Espíritu De las Leyes donde se manifiesta la separación de poderes de una manera clara y determinante, base de un sistema democrático y salvaguarda de la libertad individual y colectiva: controles y contrapesos de manera que la ecuación  individuo/gobierno siempre estuviera en equilibrio. Y de una manera u otra este sistema de contrapesos existe en todas las sociedades, el correcto funcionamiento implica en la mayoría de los casos el nivel de desarrollo (hay numerosísimos estudios que atestiguan la relación), de lo que se colige que independientemente del sistema económico y las reformas que se puedan implementar, la economía requiere de una sociedad balanceada.

Así pues me atrevo a decir que antes de aplicar medidas extraordinarias, aumentar el gasto público, o recortarlo, bajar los impuestos, reformar el mercado laboral, atrasar o adelantar la edad de jubilación, eliminar funcionarios o aumentar las plantillas públicas, se hace necesario disponer de un sistema que garantice el equilibrio social de manera que impidan situaciones de injusticia o abusivas de unos frente a otros, y desde luego que la corrupción se convierta en habitual y si me apuras hasta comportamiento consentido y necesario para el funcionamiento de las cosas.

No valieron para nada en el ejemplo con que inicio esta entrada, los miles de panthers, ni el ingente número de divisiones prestas a intervenir, ni la idealizada organización alemana, ni la moral del ejercito después del paseo por Francia de principios de verano. Por muchas mejoras que se hubieran aplicado en el motor guerrero alemán, siempre iban a chocar contra ese colectivo de pilotos ingleses que les iban a parar cualquier operación.

No se podría ética y moralmente exigir mucho a los cuidadanos cuando el ejemplo de la clase dirigente es con el que nos están obsequiando. El desarrollo y la corrupción son antagónicos, la coexistencia de ambos es imposible. Es el momento de exigir -no a la casta política un cambio, que no lo van a hacer-, sino a nuestros jueces, que para eso gozan de independencia, una implicación absoluta que sirva de contrapeso fundamental para el bienestar social. Como adalid no del necesitado, sino del administrado, como garante de un sistema democrático idéntico para todos sin privilegios ni zarandajas. Donde se prime el trabajo y la bona fides, y se castigue el delito en todas sus formas, de manera justa, rápida y valiente.


Concluyo, para buscar un crecimiento económico, al margen de reformas basta con que nuestros jueces y magistrados desempeñen eficazmente su cometido, con valentía porque trabas les van a poner todas las del mundo.

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