Sé que desde un enfoque
provinciano que es el que me toca, se escapa del ámbito de actuación el análisis
de la situación europea en clave franchute, es lo mismo que decir que me
gustaría hablar de la debacle del gobierno francés y de su transcendencia en
Europa, y por ende en España, porque la tiene y mucha. Acostumbrados al
poderoso influjo del peregrinaje de la señora Merkel y de cada una de sus
exclamaciones, bufidos y carantoñas para desentrañar los designios más oscuros
del devenir económico de Europa, nos olvidamos que el futuro depende de ella -cómo no- y de otros; y dentro de esos está Francia, se quiera o no, nuestro
principal proveedor y cliente, asaltante de camiones, emuladores de tomatinas.
Francia sufre una crisis
económica primero y política después, que ha supuesto el cambio fulminante del
Gobierno, de mala manera y con nocturnidad, pero así es la política. Y es que
en el fondo, en cualquier partido político, rama o corriente de pensamiento,
existe la duda a todas luces razonable, de si la austeridad servirá para salir
de la crisis con cierta dignidad. La política europea sigue los dictámines de
Merkel, guardiana de la austeridad y luchadora inmisericorde contra el gasto
público, cualquiera que fuera, defensora a ultranza de las reformas
(especialmente las que supongan recortes) y del euro fuerte. La potencia
económica alemana avala esas propuestas y las impone como máximo acreedor del
resto de los socios.
Pero con todo, la economía no
crece, al menos como debía, incluso la germana que decrece en el último trimestre.
Y surgen voces discrepantes, no la de Marino que no va más allá de Ultreya, sin
embargo en otros sitios y en otras economías el convencimiento borreguil
empieza a derrumbarse y se preguntan por los recortes, por la austeridad a todo
trapo, por la situación de las familias y de los necesitados,… y quizá la
austeridad a capa y espada no sea la solución, al menos la única y que existen
políticas de demanda que pueden acompañarlas. Y cae el gobierno francés. El
presidente italiano también levanta la voz y le responde al del Banco Central que
se preocupe de lo suyo que parece que trabaja para el enemigo.
Porque con todo Europa no crece,
ha dejado de ser hace mucho tiempo motor de la economía mundial, ni siquiera un
repuesto. Europa se queda como un reducto dominado por una economía rancia y
normativista aislada del flujo mundial, compuesta por una amalgama informe de
economías ajenas unas a otras, con un único punto de encuentro que es el euro,
pero en lo demás incluso enfrentadas. No existe integración y sin integración
no puede haber una dirección válida para todos: lo que es bueno para uno no lo
es tanto para los otros y por lo tanto incapaz de dar soluciones globales a
problemas globales. Es como si Merkel ejerciera de cirujano através de “whats
up”, desde su casa: “Oye que este hombre sangra mucho”, “Pues cierra la herida”,
“Intento coser pero grita”,”Calmale” ”¿Canto?” ”No, coño, que le duermas”, “Me ha
devuelto la ostia”. La sangre, los gritos, la ostia están ahí, pero los ve de lejos.
Como decía al principio este
artículo excede mis pretensiones, no
quería decir más que estamos poniendo tiriras, y no enfocamos los recursos a
buscar un objetivo concreto y común, que pasa por el bienestar de los
ciudadanos y a mí me parece que aquí o en Sebastopol (ahí quizá no que está fuera
de la UE), el nivel de bienestar del ciudadano ha caído. Aunque bien pensado quizá
pasa lo que tiene que pasar de acuerdo con la 2 ley de la termodinámica y sólo
nos espere el caos.
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