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lunes, 13 de junio de 2011

¿Se la bajarán los humos a la Merkel?

Cada día que pasa Merkel se hincha más y más, parece un globo está henchida de orgullo que la hace ser soberbia, en exceso bajo mi criterio. Desde luego tiene razones para estar como está, la máquina alemana no para.  

El modelo de producción alemán ha resultado vencedor frente a la crisis que azotó y azota a sus vecinos y socios europeos. Presenta unos datos mucho mejores que los de sus competidores, en parte gracias a nunca cayó en el exceso inmobiliario de otros mercados y desde luego gracias a las experiencias adquiridas en el doloroso proceso de unificación tras la caída del Muro. Y como la demanda interna sufrió lo que no está escrito para absorber un país en estado de descomposición fruto del modelo colectivista de producción, buscó salida en otros mercados, especializándose en la exportación con alto contenido industrial y tecnológico. A cambio el crecimiento del salario real per cápita se ha estancado desde 1999, y el coste salarial apenas se ha incrementado hasta el 2009 que lo ha hecho un 5%, mientras que en el resto de la UE  ha crecido hasta un 30% en estos últimos años. La tasa de paro ha tenido un comportamiento inversa a la europea, si entre el 2003 y 2006 llegaba y superaba el 9% con un pico del 11% en el 2005, en la actualidad apenas llega al 7%, muy lejos de la de la media europea, 10%.

Con todo Alemania creció un 3,6% el año pasado y el The Economist cree que este año alcanzará el 2,7%. La economía de la eurozona creció un 1,7% el año pasado y el pronóstico de este año es también un 1,7%. España en cambio, dónde queda España…

Ahora se sienten fuertes, han aguantado el empacho de la reunificación y mientras otros países se aprovechaban de unos tipos de interés inusualmente bajos y lucían oropeles y modelos de crecimiento innovadores, ellos callados, en silencio soportaban crecimientos sonrojantes y cifras de paro propias de otros países que les empujaban a deficts públicos superiores a los permitidos por sus socios europeos. Alemania estaba arrinconada, lamiendo sus heridas a la espera de un cambio, que se produjo en el año 2007. Y ahí fue el llanto y el crujir de dientes. Allí apareció en todo su explendor la potencia alemana, y los mercados confiaron y les prestan dinero y a otros no. Y esa circunstancia y no otra le ha situado en la cúspide del poder, al que acuden pequeñas economías en búsqueda de refugio. ¿Cómo empleará todo ese poder? ¿Sabrán ser generosos y buscar el bien común, la estabilidad de la Eurozona, o se mantendrán al margen conscientes de su fortaleza y allá cada cual? ¿Y más aún cuánto durará el empuje de la locomotora alemana? Todo parece indicar que ni los déficit públicos, ni la consecuente crisis de la deuda (en los países periféricos de la Eurozona), ni la agitación en el mundo árabe, ni la subida de los precios de las materias primas, ni la catástrofe japonesa han tenido repercusiones negativas sobre las fábricas alemanas. Parece que las empresas alemanas siguen inmutables.


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