¡Qué poco falta para lo peor!

Quizá sea el día, a pesar de ser viernes ha amanecido cubierto y eso se quiera o no perjudica el ánimo y contráe el espíritu, pero no puedo por menos de hacer un triste comentario de la sentencia del Tribunal Constitucional sobre la ilegalización de Bildu y es está : ¡conductor pare, por favor que yo me bajo! Pobre democracia española que mal te tratamos, apenas pasas la edad de Cristo y tu historial de vejaciones, violaciones y abandonos es enciclopédico, mayor que el de las más vetustas de tus hermanas.

 Cada edad en la vida de un niño, requiere de los jugetes apropiados, de igual modo los padres de la patria en aquellos esperanzadores días de la Transición, debieron considerar la edad mental de este país, la de un niño, y como tal no puede utilizar herramientas complejas propias de otras fases de crecimiento o de otros países mucho más avanzados. La democrácia hay que tomarla gota a gota, no de golpe o lo macho, algo a lo que estamos tan acostrumbrados.

Se crean instituciones, sistemas, controles y procedimientos, todos ellos basados en la soberanía nacional y en el reparto de poderes, copiados de otras democrácias pero con un plus (el plus del péndulo). Nosotros siempre hemos de ir más allá, para lo bueno y para lo malo. Y de hoy para mañana, pasamos de la más casposa dictadura a la tiranía de las libertades, donde todo vale amparado en una libertad, en un derecho. ¿Y los deberes? ¡Deberes para qué, vive la vida! (loca).

Las instituciones poco ha poco han sucumbido al poder de los partidos, de manera que es el partido el que controla todas y cada una, en cascada: el poder ejecutivo es el primero en caer, luego el legislativo, se cambian y promocionan los jueces a dedo y finalmente el cuarto poder porque a fin de cuentas de algo ha de vivir además de la publicidad. Todo es el partido, nada se escapa a su influencia y a su voluntad. No hay ni puede haber disidentes, un único criterio a ser posible muy alejado (o que lo parezca) del de la oposicíón, -no vaya a ser que estos ignorantes nos confundan y cambien el voto-.

El Tribunal Constitucional hoy ha sido una prueba de todo ello. Por un voto de diferencia aprueban las listas del Bildu cuando el Tribunal Supremo las había rechazado por su probada vinculación a ETA. Un voto, otra vez los partidos, dichosos partidos. Hoy ha caído una vez más uno de los pilares fundamentales, si no el mayor, de la democrácia; muy tocado ya, después de lo del famoso Estatut o la polémica renovación de sus miembros. Y es una pena, más, un drama. El TC vela por los derechos fundamentales que residen en la Constitución -la declaración de las reglas de juego en sociedad-, es la intitución garante de la persona como individuo dotado de unos valores inviolables e irrenunciables. Es el Tribunal del pueblo y hoy una vez más se ha convertido en una pescadería.

Bildu participará en el proceso electoral que se inicia, protegidos sus derechos constitucionales por un sistema que no reconocen, cobrarán un dinero procedente de los impuestos de individuos a los que no les consideran conciudadanos y dispondrán de todas las posibilidades que les confiere las Ley Electoral, incluídos los listados de todos los ciudadanos en el País Vasco, muchos de ellos amenazados y otros muchos contrarios a sus ideas. ¿No sería mejor que no dispusieran de esa información? Los miembros progresistas del Tribunal Constitucional, que seguramente no residan en el País Vasco piensan que no.

Ya queda menos para lo que tiene que venir.